Un bebé irritable no es un bebé difícil, es un bebé con necesidades: el impacto del tipo de parto

Sí, un bebé irritable está pidiendo ayuda, y su llanto no es algo que "haga a propósito". Cuántas veces hemos oído en la consulta cosas como "es que mi bebé es muy llorón" o "me ha tocado el bebé difícil". Nada más lejos de la realidad. Los bebés no manipulan ni tienen un "mal carácter" por hiperdemanda. Lo que sucede es que su sistema nervioso, digestivo o incluso inmunológico está tratando de decirnos algo. Y ahí es donde debemos prestar atención.

 

Quizás sí que solo esté pidiendo más brazos, más contacto, que también es una necesidad biológica fundamental, porque sí que sea algo más demandante emocionalmente que otros. Y aunque lo que pida sea “sólo” más brazos, lo hace porque es lo que necesita en ese momento para sentirse seguro, tranquilo y acompañado en su proceso de adaptación al mundo. ¿Quizás sea útil dárselo, no? Si no lo hacemos, su necesidad insatisfecha generará estrés. 

 

Pero a parte, hay más aspectos que tener en cuenta. Y hoy concretamente quiero relacionar esa “hiperdemanda”, esa “irritabilidad” con el tipo de parto. 

 

Desde la perspectiva de la Psiconeuroinmunología (PNI), la relación entre un parto traumático con estrés (tanto sea en mamá como en el bebé, o ambos) y un bebé que presenta irritabilidad, alerta constante y problemas digestivos se puede entender a través de la respuesta hormonal y del sistema nervioso del bebé. 

 

Imagina la situación: un parto largo, difícil, con estrés para la madre y el bebé. Durante ese proceso, se dispara el cortisol, la hormona del estrés. Y aquí está el quid de la cuestión. El cortisol es necesario para ayudar al bebé a adaptarse a su nuevo entorno, pero cuando se mantiene elevado demasiado tiempo, puede crear un estado de alerta constante en el bebé. Lo vemos, ¿verdad? Ese bebé que llora mucho, que parece estar siempre inquieto. No es solo que sea “un bebé difícil”, es que su sistema nervioso está activado en modo de "lucha o huida", como si algo le amenazara constantemente

 

Y claro, cuando el sistema nervioso simpático está en alerta, el parasimpático (el encargado de la relajación y la digestión) queda de lado. ¿Resultado? Un bebé con problemas digestivos: cólicos, gases, regurgitaciones. Es un ciclo que parece no tener fin, porque cuanto más incómodo se siente, más estrés produce, y más cortisol se libera. 

 

Y no solo afecta su digestión, sino también su sistema inmunológico, haciendo que sea más propenso a infecciones o desequilibrios en la microbiota.

 

Aquí te explico cómo se interrelacionan estos factores con más detalle 1 a 1: 

 

Parto traumático y aumento de cortisol:
En un parto traumático, tanto la madre como el bebé sufren un incremento significativo en los niveles de cortisol, la hormona del estrés. Esta hormona es esencial para ayudar al bebé a adaptarse al mundo externo, pero cuando se mantiene elevada durante mucho tiempo, puede volverse perjudicial. ¿Qué ocurre entonces? El bebé entra en un estado de alerta permanente, lo que provoca irritabilidad y le dificulta relajarse. 

 

Sistema nervioso simpático hiperactivado:
Cuando el cortisol está elevado, se activa el sistema nervioso simpático, que es el encargado de la "respuesta de lucha o huida". Esto significa que el bebé queda atrapado en un estado de hipervigilancia. No es solo que el bebé llore mucho; está constantemente en alerta, lo que afecta su capacidad de dormir y lo vuelve muy irritable. Además, este estado activa la liberación de adrenalina y noradrenalina, lo que aumenta la tensión muscular y dificulta la relajación. 

 

Interrelación con el sistema digestivo: El estrés también afecta directamente el sistema digestivo, a través del eje intestino-cerebro. Un bebé en estado de alerta constante tiene problemas para digerir correctamente. El cortisol reduce la secreción de ácido gástrico y disminuye la motilidad intestinal. ¿Resultado? Cólicos, gases y regurgitaciones frecuentes. Todo esto empeora el malestar del bebé, generando más estrés y un tránsito intestinal alterado.

Cortisol y el sistema inmunológico del bebé:
Además, el cortisol tiene un impacto directo sobre el sistema inmunológico. Si el estrés es prolongado, el equilibrio inmunológico del bebé se ve alterado, afectando la respuesta inflamatoria intestinal. Esto puede provocar disbiosis, un desequilibrio en la microbiota intestinal, lo que agrava aún más los síntomas digestivos.

 

Círculo vicioso entre estrés y digestión:
Lo preocupante aquí es que el bebé entra en un ciclo difícil de mameluco. El malestar digestivo genera más estrés, lo que incrementa los niveles de cortisol, y este aumento sigue afectando tanto al sistema nervioso como al digestivo. En algunos casos, esto también lleva a intolerancias alimentarias o hipersensibilidades debido a una barrera intestinal alterada.

 

Impacto en el vínculo madre-bebé:
Además, el parto traumático y el estrés que le sigue pueden afectar el vínculo entre la madre y el bebé. Si la madre también experimenta altos niveles de cortisol y ansiedad posparto, puede dificultar la lactancia y la sintonización emocional con el bebé, incrementando aún más los niveles de estrés en ambos.
En resumen, desde la visión del PNI, un parto traumático con estrés prolongado puede desencadenar una cascada de respuestas hormonales y nerviosas que afectan directamente el estado de alerta, la irritabilidad y los problemas digestivos en el bebé. El aumento crónico de cortisol no solo afecta el sistema nervioso central, sino también el sistema digestivo e inmunológico del bebé, generando un patrón de desequilibrio que requiere intervención para promover su bienestar.

 

Entonces, ¿cómo rompemos este círculo vicioso?

Soluciones Familiares
Aquí es donde entra el trabajo integrador. No basta con una solución única; Necesitamos un enfoque holístico.

  • Alimentación sana: Si la mamá está en período de lactancia, cuidar su alimentación es fundamental. Omega-3, antioxidantes, alimentos naturales y evitar los ultraprocesados ​​pueden ayudar. ¿Por qué? Porque una dieta rica en nutrientes antiinflamatorios mejora la calidad de la leche materna y, por fin, el bienestar del bebé. Pero incluso si no está lactando, introducir estos alimentos en la alimentación complementaria del bebé también ayudará a equilibrar su intestino.
  • Microbiota e intestino-cerebro: La microbiota es crucial. Si el bebé tiene un desequilibrio en su microbioma intestinal, puede influir tanto en su digestión como en su estado de ánimo. Evaluar la microbiota y, si es necesario, incorporar probióticos o prebióticos, podría ser clave para mejorar no solo su digestión, sino también su comportamiento. El eje intestino-cerebro es más potente de lo que solemos pensar. ESTO NECESITA SER EVALUADO POR UN ESPECIALISTA EN EL TEMA. 
  • Sueño : Fundamental. El bebé necesita descansar bien para regular su cortisol. Es que, si no dormimos bien, ¿cómo nos sentimos? Irritables, cansados, estresados. Pues igual le pasa a un bebé. Establecer rutinas de sueño, respetar su ritmo circadiano y crear un entorno relajado es esencial para reducir ese estado de alerta.
  • Exposición al sol: Algo tan simple como tomar el sol por las mañanas. El sol no solo nos da vitamina D, también ayuda a la producción de serotonina, que mejora el estado de ánimo y reduce el estrés. Y lo mejor es que también regula el ciclo de sueño del bebé.
  • Relaciones de calidad: Y aquí entran las emociones. El apego seguro entre los padres y el bebé es fundamental para que él se sienta tranquilo. El porteo, por ejemplo, es una increíble herramienta para fortalecer el vínculo emocional. Tener a su bebé cerca, escuchando el latido del corazón de la madre o el padre, es una forma natural de bajar su nivel de cortiso l.
  • Cuidado emocional de los padres : Aquí no hay mucho misterio. Si los padres están estresados, el bebé lo siente. Dedicar tiempo a cuidar el bienestar emocional de los padres no es un lujo, es una necesidad. Porque el estrés en casa es contagioso, y el bebé no es inmune a ello. Meditación, técnicas de relajación o incluso apoyo terapéutico pueden hacer una gran diferencia
  • Lactancia materna: Si es posible y la madre lo desea, la lactancia materna es ideal. No solo por los nutrientes que proporciona, sino porque también ayuda al bebé a regular su microbiota y fortalecer su sistema inmunológico.
  • Terapias manuales : No podemos olvidarnos del cuerpo. A veces, los bebés tienen tensiones físicas que pueden estar agravando su malestar. O incluso son elementos interrelacionados. Aquí entra la osteopatía o fisioterapia. Estas terapias pueden ayudar a liberar esas tensiones y mejorar su bienestar general.


Consulta con un experto que sepa integrarlo todo: Por último, no dudemos en acudir a un especialista para integrarlo todo, en una mirada 360º. Se puede ofrecer un enfoque personalizado, integrando todos estos factores y ayudando a restaurar el equilibrio hormonal, nervioso y digestivo del bebé y, claro, también de los padres.
Estas estrategias no solo están diseñadas para tratar los síntomas, sino para abordar las causas subyacentes, desde la raíz. ¿Fácil? No siempre. ¿Posible? Totalmente. Y no olvidemos que el equilibrio de un bebé empieza, muchas veces, con el equilibrio de los padres.

Siento decir una cosa. Y es que hay que tocar todas las piezas Porque nuestro cuerpo no es solo una suma de órganos por separado. 


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Regenera Health, Estrés y cómo afecta nuestro organismo https://regenerahealth.com/blog/el-estres-y-nuestro-organismo/

Regenera Health, La relación entre el estrés psicológico y las afecciones de la piel https://regenerahealth.com/blog/la-relacion-entre-el-estres-psicologico-y-las-afecciones-de-la-piel/

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